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LA URGENTE NECESIDAD DE UNA JUSTICIA CERCANA (PARTE I)

ERICK F. RUIZ

9/3/20243 min read

La urgente necesidad de una justicia cercana (PARTE I)

El Derecho se encuentra en crisis; En no pocos círculos, principalmente de la abogacía, esta provocación ha levantado más de un signo de incredulidad y rechazo por lo recitado.

Sin embargo, la inestabilidad social que ha vivido México desde su concepción como país independiente, por lo menos, ha demostrado que el ordenamiento jurídico ha sido colocado en el altar de la construcción histórica de la Nación, pero pocos son los hechos que han contando con una verdadera aplicación de esta cuasi- santidad civil.

Las constantes crisis políticas, económicas y sociales que han envuelto a México han desencadenado un desencanto y rechazo por la ley y quienes se ostentan como promotores, veladores e inquisidores de y por la misma. Este no es asunto único de la práctica jurídica, sería muy irresponsable de mi parte, no reconocer que tanto las ciencias económico-administrativas y, sobre todo, las ciencias sociales, particularmente la política, se han visto tocadas y mermadas por esta crisis general naciente de profundos vacíos éticos y morales.

El cambio económico iniciado en el periodo presidencial de 1982-1988 significó una afrenta directa al sistema de cohesión social imperante.

Al finalizar el sexenio 1982-1988, el de la llegada del neoliberalismo, México se sumerge en una crisis política de dimensiones no recordadas desde el inicio del siglo. Sesenta años después de aquel fatídico 1928, en el que el presidente re-electo fue asesinado, la caída del sistema en la elección federal de 1988 representó el magnicidio de la confianza y la democracia mexicana.

A pesar de que la historia no ha terminado por esclarecer si en esa ocasión el sistema político (y jurídico) mexicano se sumergió en las negras aguas del fraude electoral, la fecha marca un hito en la vida del México contemporáneo.

Sin embargo, la pérdida de credibilidad en la política y el derecho, no son producto del fraude de 1988, su historia es tan antigua como la práctica misma del legislador y el político, pero es concretamente en la Guerra de Reforma y la promulgación de la Constitución Política de 1857 que se agudiza, visibiliza, reprocha, y sin embargo perdura, la práctica de la ilegalidad, entendida no como la violación del orden legal, sino como omisión existencial y desatención de la misma.

En un ambiente por demás turbulento, el 5 de febrero de 1857 se promulgó la Constitución que recogía la famosa Ley Juárez, que representó un enfrentamiento con los grupos eclesiásticos y militares del país, los más numerosos y por mucho, los más influyentes de la época.

El Presidente Comonfort había invitado al Partido Conservador a participar en el congreso constituyente, pues consideraba que su participación era fundamental para que estuviera representada la mayoría de la sociedad mexicana. El Partido Conservador se negó a participar y esto provocó que la Constitución fuera redactada sólo por el Partido Liberal.

La Constitución de 1857 estaba llena de contradicciones y vacíos. Se declaraba federalista, pero rechazó la Cámara de Senadores y depositó el Poder Legislativo sólo en la Cámara de Diputados. Era parlamentaria pero elegía al Presidente de manera independiente de la mayoría en el Congreso. Respecto al Poder Judicial, determinó que los ministros de la Suprema Corte fueran electos popularmente de manera indirecta. Además el presidente de la Suprema Corte era a la vez vicepresidente de la República. La cabeza del Poder Judicial que era la encargada de garantizar el Estado de Derecho, tenía un pie metido en el Poder Judicial y otro en el Ejecutivo1

De esta manera, como enuncia Héctor Aguilar Camín en su libro Nocturno de la Democracia: <<la nación jurídica adoptada en México durante el siglo XIX, bajo el credo liberal, inspirado en la Ilustración, era radicalmente distinta, opuesta...>>. A partir del triunfo liberal, dice, las leyes no pudieron ajustarse a las costumbres mexicanas, heredadas desde la Nueva España. Por el contrario, hubo que crear nuevas costumbres. Una de ellas, perdurable en el tiempo y, lamentablemente, en la noción de lo que es el “mexicano”, es la negociación de la ley.

AUTOR Secretario Técnico del Seminario Universitario de Estudios sobre Democracia, Defensa, Dimensiones de la Seguridad e Inteligencia de la UNAM. Profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.